martes, 20 de diciembre de 2016

Capítulo 5: Nueva vida

Desde que llegué a Barcelona, pensé que sería un reto vivir aquí, pero no que sería tan difícil. Pasaron mil y una cosa. Mil y un problemas. Un piso no deseado, problema hormonal, estrés, ansiedad... Siempre eché las culpas de todo a que lo había dejado todo, o simplemente, que no me gustaba aquello o lo otro. Pero realmente nunca entendía que era lo que me pasaba y ayer me dieron la respuesta. Aún no me he adaptado. Y es cierto, no es fácil. Cuando me fui a vivir a Granada por primera vez un 20 de septiembre de 2012 (?) era todo mucho más sencillo. Me fui a una casa con gente que conocía, una casa que había visto previamente, iba a estudiar en la universidad y mi único objetivo era aprobar para obtener la beca del ministerio. No había más. Mis padres me pagaban todo, mi madre me hacía la comida que yo guardaba en el congelador. Mi única preocupación eran los exámenes, hacer nuevos amigos y moderar los gastos, claro, nunca en mi vida me había visto con "tanto dinero". Aquello me cambió la vida, vivir sola, sin preocupaciones, con mis amigos, salía de fiesta cuando me daba la gana, traía a casa a quien quería, a la hora que quisiera. Estudiaba cuando se acercaban los exámenes y de vez en cuando, muy de vez en cuando, volvía a mi pueblo. No echaba de menos a mis padres, no os voy a engañar. Vivía en un mundo totalmente paralelo. Cuando mi novio me dijo de subirme a Barcelona, me lo tomé como un reto, el mismo que Granada. Pero que equivocada estaba. No iba a ser tan fácil. De hecho no lo está siendo. Yo me subí aquí con mi pareja, sin tan siquiera haber visto en persona el piso donde íbamos a vivir, tampoco conocíamos a la gente que vivirían allí. Barcelona no es pequeña que digamos, es una CIUDAD en mayúsculas. Creo que nunca había pasado "miedo" por la calle como aquí. No porque no sea segura, sino porque estamos hablando de una pedazo de ciudad que no duerme ni de noche, ni de día. Hablamos de un entorno totalmente diferente de Granada. Hablamos de un lugar donde algunas señales, y la gran mayoría de los carteles, están en un idioma que no domino. Aunque eso, realmente es lo que menos importa. Esta vez, no están mamá ni papá para ayudar como en Granada. Mi congelador está vacío, no hay ningún tapper de mamá. Cuando llegamos, yo me quedaba las tardes sola metida en una habitación cuestionándome si había hecho bien en venir y asustada, muy asustada. Lloraba, lloré muchísimo y sigo llorando. No es fácil adaptarse aquí. Es demasiado diferente. Yo no contaba con eso, la vida no es sencilla, pero claro, la realidad me dio una hostia a tiempo. A la hora de comer, nos teníamos que apoyar, que pensar lo que comeríamos al día siguiente, o cuanto dinero nos quedaba ese mes para seguir comiendo. Buscar trabajo no fue difícil, pero aún así, tuve que enfrentarme a mis miedos e intentar buscarme la vida. No es sencillo. Al fin encuentras un trabajo, pero no te sientes cómoda. Te vas, te sale algo que te gusta y comienzas. Recuerdo como mis compañeras, ya se conocían de antes, y obviamente ya habían hecho migas. Yo me sentí sola. Eché tanto de menos mi vida de Granada... Pero aún así, pese a que seguía llorando seguía sin entender qué era lo que me pasaba... lo tenía todo, un novio, un techo bajo el que dormir y un trabajo ¿qué narices me pasaba? Este último mes, ha sido muy complicado, pero al fin conseguimos encontrar un piso y nos largamos de la pocilga donde vivíamos hace poco. Para mi fue un alivio, mi problema de acné desapareció. aunque mi delgadez era visible y notoria de que me pasaba algo. Ya en casa me sentía mejor, pero no todo lo que yo esperaba. En el trabajo comencé a llevarme bien con mis compañeras, pero aún así, no me sentía yo misma. Llegaba a casa en el Tram y pensaba, pensaba muchísimo, había veces que le decía a mi novio que había salido algo más tarde porque necesitaba dar una vuelta y pensar qué me estaba pasando. Y así día tras día... ayer tuve un día muy, muy duro. Tuve un debate interno conmigo misma, hacia dos años que no me sentaba a hablar conmigo misma y a poner las cartas sobre la mesa. Una de mis compañeras de trabajo me dijo la frase clave "no es fácil adaptarse, es duro" y ahí encontré lo que me ocurría. Encontré al fin la raíz de mi problema. Aún no he conseguido adaptarme al completo...
Cuando bajé a Granada a hacer el examen recuerdo no sentirme como siempre allí. Recuerdo no notar esa emoción por, el que fue mi hogar durante cuatro años de mi vida. No sentí nada, absolutamente nada, y eso me chocó, me hizo perderme en mi propio mundo. Volando en el avión, seguí dándole vueltas al por qué me había pasado eso. El por qué no me había sentido como en casa, por qué me resultaba tan raro aquello. Cuando pisé Barcelona, respiré, me emocioné por llegar a casa, pero seguía sin sentir esa emoción que hubiera esperado. Fue entonces cuando después de andar perdida casi una hora por el aeropuerto y llegar a casa me pregunté ¿qué es lo que ocurre? y hasta ayer, día 19 de diciembre, no me di cuenta. Aún no me he adaptado. No he dado un pequeño cambio en mi vida. He cerrado la puerta de una etapa que fue maravillosa y he abierto otra a una  vida nueva, independiente de mis padres y ganándome las castañas por mi misma, por primera vez en 24 años. Quizás sea eso. Pensé que al faltar ciertas cosas en mi casa, eso hacía que no me sintiera bien, pero no, no es eso. No son más que objetos a los que uno le atribuye un significado u otro. He cambiado de vida, de ambiente, de amigos, he dejado a mi familia atrás, a mi hermana. Mi casa, mis tazas e incluso mi ropa. Lo he dejado todo. Aún no soy capaz de darme cuenta  de lo valiente que fui al dar ese paso. Aún sigo sin darle importancia a lo que hice, pues lo hice sin pensar, quería tirarme al vacío y ver qué pasaba. Y ya lo estoy viendo ¿realmente soy feliz? es algo que no sabría responder. Creo que sí, pero hay veces que siento que no lo soy. Pero claro, no se trata de la felicidad que yo sienta sino la perspectiva desde la que la veo. Ahora estoy viviendo realmente. Ahora, 24 años después, estoy viendo lo duro que es trabajar, lo duro que es abandonar todo lo que amas para empezar una nueva vida, una nueva vida de verdad. Realmente, Granada fue la cuna de mis sueños, aunque el último año fue un tormento, y recuerdo que me dije mil y una vez que quería cambiar mi vida, y así lo hice, me empujaron un poquito para hacerlo, pero era lo único que yo necesitaba, un empujón.
A día de hoy, sigo sintiéndome perdida, sigo sintiéndome un poco desubicada pero poco a poco voy viendo como la cosa va cambiando. Anoche tuve una crisis enorme de identidad, tuve una crisis severa en la que no sabía realmente si guiarme por el corazón o tener mente fría. No sabía si sucumbir a mis deseos de niña o a mis sueños de adulta.  Anoche realmente tuve un debate muy duro pero por primera vez en mucho tiempo, no lloré, medité tranquilamente y saqué muchas conclusiones, muchas respuestas a el por qué de mi estado anímico, al por qué de mis miedos, de mis inseguridades. He sido yo todo este tiempo, independientemente de la gente que me rodee, soy yo y yo soy la que debe arreglarlo. Tengo 24 años y estoy viviendo con mi pareja, tengo un trabajo y unas compañeras de curro que no cambiaría por nada del mundo. Las quiero, las quiero con locura. Me río con ellas, sufrimos juntas y comienzo a ver que todo puede convertirse en una bonita amistad, y es algo que me muero por que ocurra, me siento arropada por ellas. También tengo a mis pequeñas de abajo, a mi pequeña policía que estos días está siendo la clave para que no me deje llevar por la Ana que odio con todo mi corazón. Creo que he encontrado la raíz de muchos de mis problemas: miedo, inseguridad, vértigo. Pero creo que eso se acabó, vuelvo a ponerme frente al espejo y a hablar con esa chica del vestido rojo ¿recordáis ese post? esa chica que tiraba el vestido rojo porque se le manchó de barro al caerse... vuelvo a pensar como entonces. Debo dejar de escudarme y enfrentarme a la vida que no es fácil. Tenemos que dar de lado a muchas cosas bien porque no son buenas o bien porque no son necesarias. Disfrutar de los pequeños detalles como un árbol de navidad hecho con bolas de papel de revista y luces de Primark. Debemos vivir el momento y lo que realmente tenemos, a quien tenemos y cual es nuestra meta en la vida. Cual es nuestro objetivo y que tenemos que hacer para lograrlo. Y yo aunque aún no tengo del todo claro qué quiero para mi futuro, sí se lo que no quiero, y lo que no quiero es volver a ser débil, a dar pena o peor aún, ser patética. No. Ya me pasó una vez hace mucho y no quiero que se repita, y no necesito ayuda, no es necesario, creo que la mayor ayuda que puedo tener es la confianza que tengo en mi misma para luchar ante cualquier adversidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario