domingo, 8 de enero de 2017

Adiós 2016

Mis lectores más fieles de mi pasado blog Perdida en las calles con olor a té saben que cada final de año,  decido hacer una recopilación de todo lo que ha ido pasando a lo largo del mismo. Y bueno, en este blog, esta nueva etapa de mi vida, no va a ser distinto. Vuelvo a las andadas con él. Eso sí, yo me quejaba el año pasado que había sido el año en el que más cambios había sufrido mi vida. Jah! como me río yo ahora de esa Ana inocente y gilipollas. No, el 2016 me ha pegado cada hostia de realidad que a día de hoy, sigo sin creerme la cantidad de acontecimientos que he vivido. Este año se puede resumir en: amistades rotas, decepciones continuas, dolor, y plantearme el mayor cambio de mi vida: irme de Andalucía.

Bueno, como cualquier historia, comencemos por el principio... Empecé el año con dudas, pero intenté que eso no cambiara mi perspectiva de cóomo ver la vida. Tomé con ilusión esas 12 uvas de la suerte rodeada de los padres de mi novio y por supuesto de él. La otra mitad de mi corazón. En el ambiente de aquella noche de fin de año, se notaba que no sería un comienzo de año bueno, que había muchas caras enmascaradas que tenían que despertar. Recuerdo como a mi chico le dieron unas "vacaciones en su trabajo", bueno, vacaciones por decirlo de una manera más poética. Total, esa misma mañana me dice "¿oye y si nos vamos de viaje a París?" y yo claro, inocente le respondí que sí. Esa misma noche teníamos los billetes comprados. Sí, así, sin pensar, sin digerir la noticia. En un par de semanas cogíamos un vuelo desde Madrid para ir a París, la ciudad del amor. Hacía 16 años que no pisaba París, así que no podía estar más feliz con la noticia. Tras 5 horas de autobús hacia Madrid y un retraso en el avión de una hora y pico, llegamos a París. Que grande era aquello. Menuda semana pasamos, nos recorrimos la ciudad de norte a sur. Fue una experiencia maravillosa, que por cierto está grabada y de la que aún sigo esperando, a día de hoy, que mi chico monte los vídeos, pero creo que he perdido la esperanza, al final lo haré yo. Lo más interesante a la par que gracioso, fue el último día. Estábamos Cristian y yo haciendo cuentas del viaje y ¡buah! nos había salido super barato vivir allí esa semana. Qué felicidad más bonita ¿verdad? lo gracioso fue cuando nos dirigíamos al aeropuerto. Estábamos en el metro cuando nos llegan dos revisores, Cris se puso nervioso, yo no, porque no tenía nada que ocultar. Total, que nos piden los billetes de metro, y yo ni corta ni perezosa se los entrego, a lo que nos dice el hombre que viajamos con el billete equivocado y que son 60 euros de multa. Yo me puse blanca, más de lo que ya soy claro. Nos explicó que para ir al aeropuerto había que comprar unos billetes especiales. Obviamente, nosotros en ningún lugar vimos que eso tuviera que hacerse. En Madrid, Barcelona, etc, tu una vez que llegas al aeropuerto es cuando pagas por entrar ¿verdad? pues no, en París o en Francia no. Eso sí, os juro que no hay una puta señal que te ponga que se compra antes, os lo puedo asegurar. Pero claro, se lo explicamos al chico y le dio igual, así que bueno, nos cascó unos 60 euros, a día de hoy sigo guardando la multa. Se fueron los revisores en la parada siguiente y Cristian y yo no nos creíamos lo que nos acababa de pasar, estábamos flipando. Yo quería llorar, pero me mantuve fuerte para no perder los papeles...Llegamos al aeropuerto y bueno, tras horas esperando, cogimos el vuelo hacía Madrid para enfrentarnos al siguiente reto: no perder el autobús hacia Granada. Recuerdo que el autobús salía a las 20:30 y nuestro avión llegaba a las 20:00 o algo así. Vale. Ahí todo ok, teníamos el tiempo pillado por los pelos. Pero la suerte estaba de nuestra parte, llegamos a Madrid 15 minutos antes de lo previsto. Aún así, Cris y yo, cargados hasta arriba corrimos por el aeropuerto de Madrid hasta llegar a los metros. Que casualidad que los perdiéramos las dos veces y eso nos hiciera restarnos unos 20-30 minutos. Pero aún así, recuerdo como eran las 20:26 o por ahí y se abrieron las puertas en la estación de autobuses, le dije a Cris que corriera para parar al del autobús, mientras él salió del metro a toda potencia, yo intentaba correr con las dos maletas, la cámara de fotos y los cuadros de París. Lo perdimos. Perdimos el autobús a Granada, y el más cercano era a las 7 de la mañana. Cristian tiró hasta el paraguas de la desesperación. Yo me senté en el suelo a pensar. Estuvimos como una hora. Y bueno, antes de irnos a París le comenté a un buen amigo, Rubén, el problema que podríamos tener pero que no pasaría, así que decidí mandarle un mensaje. Tanto él como Patri nos acogieron en su casa, para nosotros fue una salvación. Nos salvaron la vida aquella noche. Al día siguiente ya tocaba madrugar para coger el bus hacia Granada, que menudo viaje tuvimos con unos críos chinos que no paraban de llorar, cagarse encima y por lo tanto, que su madre le cambiara el pañal en pleno autobús con todo lo que ello implica... en fin, os podéis hacer una idea. Pero fue llegar a Granada y decir ¡necesito un respiro!

Llegó marzo y mi cambio de pelo, bueh tampoco es que fuera un cambio en plan hard pero para mi si que lo supuso. Las cosas en mi vida ya no iban bien, se empezaron a crear unos grupos en los que yo no estaba incluida, recuerdo como empezaba a sentirme fuera de lugar cuando salía con mi mejor amiga, empecé a ver como todo se tornaba a terminar, y no quería que eso pasase. Me hice unas mechas "balayage" y me gustó bastante el resultado la verdad. Consiguió que tuviera un poco más de confianza en mi misma.
Abril, el mes donde empecé mi relación con él, abril, el mes en el que me graduaba. Tras varios problemas y engaños por parte de los que creía por aquel entonces mis amigos, conseguí lo que tanto había deseado, presentar en la graduación. Recuerdo que me costó mucho llegar a donde llegué porque como he dicho previamente, ya veía el precipicio y tenía más y más miedo conforme me iba autoconfirmando que lo peor estaba por llegar. En cuanto a la graduación, fue bien, bueno, los momentos previos fueron horrorosos, lo resumiré en que casi mato a mi novio, nada más. La presentación estuvo bien, yo me notaba nerviosa pero creo que gustó mucho, me sentí mejor que nunca encima del escenario y creo que no podía estar más orgullosa de todo lo que había conseguido. De todo lo que había sufrido y de donde había llegado yo sola. Tenía 23 años y había conseguido tantísimas cosas en esos cuatro años de carrera... que me parecía increíble.

Pasaron los meses, y por primera vez en esos cuatro años de carrera, pude permitirme ir a la feria de Granada, al famoso Corpus. Recuerdo la de risas que nos pegamos aquel día en casa de Rocío. Copa iba, copa venía. Feria, risas, lloros, abrazos, y el gran descubrimiento del año. Ellas. Era como si tras cuatro años, la vida me hubiera enseñado lo que tenía justo delante de mi y al fin, me hubiera dado cuenta de que yo estaba siguiendo el camino equivocado, que la felicidad la tenía justo delante de mi, todos los días que iba a clase y no justo al lado mía, como había pensado erróneamente. Y pensar que el causante  de todo fue Snapchat... manda narices jajaja.

Y fue cuando en junio terminó la historia de 4 años. Acabó, se desveló el misterio. Al fin tenía una respuesta después de un año entero intentando saber qué cojones estaba pasando. Me rompieron el corazón, aunque hacía meses que lo tenía roto. Me abrieron en dos y pusieron sal en mis heridas. Yo intenté mantenerme lo más serena posible, pero recuerdo no poder evitar llorar y llorar más. Me habían terminado de arrancar una de las partes más importantes que había en mi interior. La confianza ciega en una persona. Fue ella la que me rescató incontables ocasiones, fue ella la que me hizo levantarme cuando nadie más quiso, y fue ella la que me enterró. Una parte de mi murió ese día, pero otra volvió a abrir los ojos, intentó enfrentarse al problema y lo hizo como mejor sabía, grabó un vídeo. Me desahogué en torno a una media hora hablando sola frente a una cámara, leyendo cada párrafo y siendo consciente de lo que estaba pasando. La quería, tanto como a un miembro de mi familia, tanto como a mi pareja e incluso más que a mi misma. Pero en esta vida, esta sociedad cargada de envidia y odio, rompieron algo que parecía irrompible. A día de hoy, ya en enero de 2017, puedo asegurar de que aunque me dolió horrores, creo que tenía que ser así, creo que yo estaba ciega y no fui capaz de darme cuenta de que no me hacía falta. De que realmente fue una liberación y el mayor palo que viví en el 2016. Así que hoy, doy gracias al haberme librado de alguien que en realidad, me hacía sentirme inferior, torpe, tonta e incluso infravalorada. Y yo soy mucho más que eso, pero claro, no me he dado cuenta hasta ahora. Pero más vale tarde que nunca ¿no?

Tras este episodio fatídico pero importante en mi vida y el que no quiero dedicarle más palabras, llegaron sorpresas, muchas. Entre ellas, dos pequeñas personitas que me hicieron volver a levantarme del suelo. También él, mi vida entera comenzó a hacerme ver lo ciega que había estado y me devolvió las ganas por seguir aprendiendo y continuar viviendo experiencias únicas, entre ellas: montar a caballo, ir a un festival de música...
Ya estábamos a mitad de año y yo me sentía rara, algo vacía, pero dispuesta a descubrir que más ocurriría en este 2016 que para mi estaba siendo un año malo, muy malo. Demasiadas decepciones, muy malos momentos, tantos que en muchas ocasiones, quise tirar la toalla. Aún viendo mis logros no era capaz de entender lo típico, "por qué me está pasando todo a mi" "¿Soy tan mala?" "¿Me lo merezco?" y a día de hoy, se que no, simplemente era una etapa más que tenía que vivir. Un momento más del cual recordar para futuras ocasiones, al menos, así creo que tengo que plantearme la vida. Todo pasa por algo y en lugar de llorar por ello, deberíamos coger papel y boli e ir apuntando todo lo que ese acontecimiento nos ha enseñado.



Justo antes de acabar el curso, él, de nuevo, se las ingenió para sorprenderme, para volverme a dejar con la boca abierta. Esa noche tomamos vino, el famoso vino que yo había guardado para nuestro aniversario y lo bebimos aquella noche lluviosa, él y yo, en aquella cama, en aquel jacuzzi, él y yo juntos. El mayor logro que he conseguido estos cuatro años, encontrar el amor verdadero.
Pero acabó. El curso acabó. Se acabó la Sociología, bueno, S. no quiso que yo acabase al menos hasta septiembre.
He tenido un verano también bastante complicado. La idea de que todo había acabado para mi era una realidad. Ya no tenía que vivir más fuera porque habían acabado esos cuatro años de carrera. había terminado esa bonita etapa, esa magia de la que todos hablan. La etapa universitaria. Estoy segura que ha sido una maldita locura. Tantísimas experiencias que a día de hoy, no sería capaz de escribirlas ni en un centenar de blogs.,,

Pero sí, en estos cuatro años de carrera: he amado, muchas veces, pero ninguna como la última vez. Jamás he querido a alguien tantísimo. Nunca había querido y tenido completamente seguro algo, pero con él sí. Sigo pensando en esta absurda leyenda japonesa (?) y estoy segura de que sí, de que he encontrado a mi otra mitad, que estoy con la persona adecuada, que somos complementarios y que juntos hacemos algo maravilloso. Estoy convencida de que es el amor de mi vida y de que solo acaba de empezar algo que es tan bonito... tan dulce, tan arriesgado, tan loco... que tiene que seguir por muchos años más. Él y yo, nadie más.

Este verano me di cuenta, este verano quise quitarme la venda y descubrir quien era, realmente hace dos años no era fuerte, pero me engañé y me convencí de ello, pero ahora, me doy cuenta de que solo era una máscara y que realmente no era tan fuerte como pensaba... no era capaz de nada porque el miedo era más poderoso que yo misma, pero unos meses después me daría cuenta de que soy más fuerte y estoy más loca de lo que creía.


"Me desnudé, y allí en medio de la nada, 
aprendí que era eso lo que necesitaba. 

Me desnudé, y allí en medio de la nada, 
fui feliz y me di cuenta de lo que me gustaba.

Me desnudé, y allí en medio de la nada,
 me sentía como en casa.

Me desnudé, y allí en medio de la nada, 
nadé como mi madre me trajo al mundo. 

Me desnudé, y allí en medio de la nada,
realmente supe que era feliz y que tenía todo lo que quería."




El verano del 2016 no fue tan bueno como el de  2015, había muchas diferencias, pero intenté adaptarme como pude. Un verano lleno de ausencias pero también de caras nuevas. De nuevos retos y de un misterio que se desvelaría en septiembre. Y llegó ese día, aunque ya tenía fuerzas para enfrentarme a los exámenes pues Cris estuvo unos días conmigo por haber sido mi cumpleaños.
Llegaron los malditos exámenes. Y ahí estaba yo, temblando como una pasa sabiendo que mi futuro se decidiría esos días. Eso y mi TFG. El maldito TFG. Pero aunque temas algo que va a suceder, no puedes lamentarte ni pasar el tiempo porque pasará igualmente, lo malo se irá y llegará la paz. Pero no fue así, tras presentar el TFG y hacer los exámenes llegó una muy mala noticia para mi. El profesor que más yuyu me daba sería el que me pondría la nota de mi TFG, sería el presidente de mi tribunal. Recuerdo llorar en casa cuando me enteré de la noticia y maldije la universidad pero sabía que era una prueba a la que quería enfrentarme. Y así fue. Llegó el temido día. Ahí estaba yo, en aquellas escaleras esperando que me juzgaran. Que juzgaran el trabajo de casi un año. Y junto a mi mejor amigo Jonas, que no dudó en venir a ver mi presentación, demostré mejor que nadie lo que es un trabajo bien hecho.

Y salí airosa. Me gustó la sensación de haber logrado derrotar mis miedos ante aquel profesor, eso me hizo sentirme más segura conmigo misma.

Y pasaron los días, y Paula, una pequeñaja mía, se le fue la olla y terminamos en Jaén. Recuerdo que fueron unas mini-vacaciones maravillosas donde nos conocimos mucho más a fondo. Sí, mucho más de lo que jamás había pensado. Jah! quien me iba a decir que iba a descubrir a esas dos personitas tan importantes en mi vida después del caos que tuve meses atrás.



Y bueno, quiero plasmar directamente aquello que sentí cuando me dieron la noticia que cambiaría mi vida por completo, aquí dejo una captura:

Cristian había echado una solicitud para un máster en Barcelona y bueno, no os voy a engañar, pensé que no lo cogerían, no por nada, sino por las fechas en las que echó la solicitud. Yo me imaginaba mi vida con él, en Granada, trabajando de lo que sea en nuestro piso juntos. Pero jamás separados. Cuando leí este mensaje estaba en mitad de la calle, llegando a casa. Recuerdo que me quedé helada, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Era un sabor agridulce. Obviamente estaba orgullosa de lo que había conseguido pero a la vez, me daba un miedo atroz que se separara de mi lado. Segundos después, me llamó, emocionado, creo que incluso llorando. Yo no paraba de felicitarlo y repetir "dios mío..., dios Cristian". Al colgar la llamada seguí llorando. Realmente, no sé cuanto tiempo estuve así. Mi mente no paraba de imaginar estrategias para salvar aquello. Pero luego recordé algo que yo misma me repetí años atrás "¿Salvar? ¿acaso se acaba el mundo? ¿la distancia obligatoriamente rompe relaciones?" No. Se que eso no es así, pero el miedo es algo que no pude controlar aquel día. Fui a Motril para celebrar el cumple  de Cris a su lado, no quise que lo pasara solo. Y llegaron las notas de Susino. Demográfico: 5. Población un 3.7. Bueh, no estaba tan mal, al menos me había quitado la asignatura pesada. Pero aquí fue el momento decisivo. Le dije a Cristian días atrás que solo necesitaba aprobar demográfico para subirme a Barcelona con él, y eso había pasado. Cuando vi la nota del examen, tras llorar de la emoción (sin haber visto aún población) fue cuando Cris, con los ojos brillantes me preguntó "¿Te vendrás entonces conmigo a Barcelona?". Y en ese momento, miles de mariposas revolotearon en mi barriga y fue cuando cerrando los ojos le solté un "Sí Cris, me voy contigo a Barcelona". 

Y en apenas una semana y poco, ya teníamos billetes y piso. Nos iríamos a un piso compartido hasta que encontráramos algo y yo me pondría a buscar trabajo. Tras diez horas de tren subiendo por la costa, llegamos. Fue poner un pie en la estación Sants y se me escaparon unas lagrimillas y mi mente me dijo "Que comience el juego". Como ya muchos sabréis por este mismo blog, no fue fácil el mes de octubre. La convivencia con aquellos parásitos fue la más dura que yo recordara. Vivíamos en un ambiente demasiado negativo. No éramos felices. Yo no encontraba trabajo y me sentía derrotada. Eso consiguió que me volviera más irascible y tuviera problemas serios con mi chico. Llegó noviembre y seguíamos sin encontrar un piso, aunque yo ya tenía trabajo en Stradivarius del primer centro comercial que pisé cuando llegué a Barcelona. Fueron muchas veces las que Cristian y yo quisimos rendirnos pero al final, el que sigue la consigue y encontramos un piso. Para nosotros dos. Solo quedaba que nos aceptaran en él. Y así fue, al fin... así fue.

Días antes a este acontecimiento llegó el momento que había estado esperando desde el 2009. El concierto de Billy Talent. Puf, qué nerviosa que estaba. Hicimos cola unas horas antes y recuerdo que los cantantes, tan normales pasaron justo a nuestro lado deseando que lo pasáramos bien aquella noche. Me quedé en puto estado de shock. Y no fue una sino dos veces las que los vi a un paso de distancia. El concierto, bueno, qué decir, fue una puta locura. Mejor que aquel concierto agridulce del 2009. Se les notaba mucho más preparados, mejor puesta en escena y más entusiasmo. Me encantó. Fue algo único, los tenía a unos pocos metros de distancia y volvieron a cantar "Saint Veronika" qué regalo para mis oídos. Una vez que acabamos, esperamos al novio de Ana, una chica que conocimos en la cola que se había quedado con nosotros y decidimos ir a comer a cualquier lugar de comida rápida. Necesitábamos meternos calorías en vena después de tanto salto y tanta emoción. Yo no me creía lo bueno que había sido el concierto, y estaba como una niña pequeña en una noche de reyes... pero lo mejor está por llegar. Nada más salir del concierto tuve como un presentimiento y le dije a Cristian de pasarnos por el lugar del concierto. Cuando estábamos llegando vi a muchas personas juntas y algo de alboroto. Mi corazón empezó a ir a mil por hora. Y sí, allí estaba el bajista firmando autógrafos. Me quedé bloqueada, estaba ahí, me había firmado y hecho una foto conmigo, o sea, WTF. Pero lo más gracioso es cuando salió Ben. Creo que no sabría explicar la cantidad de emociones que sentí cuando estaba esperando a que se hiciera un foto conmigo. Quería gritarle todo lo que sentía en ese momento.
Lo mucho que me había ayudado alguna de sus canciones y lo importante que era para mi, pero tuve algo de madurez, al menos de cara a él para no engancharme a su pierna y decirle que me cantara algo al oído. Sí, parezco una adolescente. Lo sé. Y cuando llegó el momento mi cuerpo se puso en tensión. Lo agarré de la cintura e intenté sonreír a la foto para salir bien pero mi cara solo muestra una Ana acojonada. La verdad. Un sueño hecho realidad. Al menos el sueño de cualquier adolescente encerrada en los 24.

Y llegó el día en el que por fin, hicimos las maletas. Nos íbamos a nuestro nuevo piso. Tras que me robaran la cartera en el metro, llegamos a casa, nuestra casa. Pequeña pero NUESTRA. No podía ser más feliz, sentía que aquí haría que me sintiera más yo, como mi rinconcito, y así lo está siendo. El mes de diciembre se presentó duro tras bajar a Granada y recordar toda mi vida allí, tras hacer un examen sabiendo ya el resultado y tras haber visto a mis dos pequeñajas y a un rubio y tener que volver a separarme de ellos. Mucho trabajo con unas compañeras únicas, unos días de subidas y bajadas. Un suspenso esperado y crisis, muchas crisis. Mi hermana, mi padre pero no mi madre. Familia, eventos y las uvas en Plaza España.

El año ha acabado, y pese a que este "Adiós 2016" he tardado más en escribirlo por el trabajo y demás, creo que ha sido el año que más cambios ha sufrido mi vida. Me he enfrentado a mentiras encubiertas, de envidias, celos, de falsas amistades y de puñaladas por la espalda. De algunas despedidas para siempre, de pisadas fuertes en mi corazón y falta de lealtad. De viajes y aventuras junto a mi pareja muy buenas. Y de un desenlace que sigo sin creerme. Estoy en Barcelona, junto a mi pareja, con un trabajo temporal que me da para pagar el piso, piso propio, de nosotros dos, con nuestros gustos y nuestras historias. Viviendo solos, en una de las ciudades más bonitas que yo haya visto. También he conocido a unas personitas muy pequeñas aquí en Barcelona, unas patatas con cara de mojón muy mal disimulado que hacen que me sienta como en casa. Se que puedo confiar en ellas y a día de hoy, son de las cosas más importantes que tengo en Barcelona. Pero lo más gratificante para mi ha sido mi gran descubrimiento. Ya se que quiero ser de mayor. Bienvenido seas 2017. Allá vamos.