martes, 4 de febrero de 2020

Adiós 2019

El año anterior acabó de una manera diferente y con muchas esperanzas a nivel profesional. Podría definir a 2018 como el año de los viajes, de las nuevas experiencias y de poder perdonar mi pasado gracias a la terapia con J.L. Este 2019 ha sido totalmente diferente, pese a que he seguido creciendo emocionalmente, este año todo ha girado más en torno a mi vida profesional. Qué comience!

Nos remontamos al mes de enero, como ya mencioné el año pasado, terminé la terapia con mi psicólogo. Fueron cerca de los siete meses de terapia semanal en la que logré conocer mejor a mi misma y perdonar mi pasado, y lo más importante, luchar contra la depresión y la ansiedad. Sin duda lo logré. He estado con varios psicólogos a lo largo de mi vida, pero jamás con alguien como él, me salvó literalmente la vida. Le dio solución a problemas que pensé que jamás podrían sanarse. Fue maravilloso y lo echo mucho de menos. Gracias al sistema sanitario de Cataluña por ayudarme en todo momento y sin cobrarme un duro. Muchas veces no valoramos la sanidad que tenemos en España y los grandes profesionales que la lideran, fue un placer tratar con todos los que me ayudaron en esa etapa de recuperación personal. GRACIAS.

Tenía la fuerza suficiente para enfrentar el año con fuerzas, ya estaba acabando el primer cuatrimestre en la UOC y menos mal. Haber cogido tantas asignaturas me estaba matando, aunque pese a todo, lo terminé sacando y la gran mayoría con sobresaliente. Tocaba buscar prácticas de empresa, que realmente era mi objetivo de hacer un máster, tocar la realidad y aprender.
A mediados de enero, estuve haciendo varias entrevistas, y aunque habían muchas interesantes, ninguna de ellas me despertaba esa motivación que necesitaba. Hasta que llegó aquella. La empresa que me cambió los planes de 2019. Fui en un día que hacía un tiempo bastante feo, la oficina estaba muy oscura, y había gente allí, pero estaba tan centrada en la chica que me estaba entrevistando y la conversación era tan enriquecedora, que ni siquiera me molestó que hubiera gente allí. Fue tan bien aquella entrevista que salí convencida de que me cogerían y que aprendería muchísimo, y así fue. Tras salir de la oficina, me puse a llorar. Llamé a una compañera del máster, Raquel, y se lo conté todo. Era una chica que conocía de unos meses, pero es de este tipo de personas que conoces y quieres conocer todo de su vida porque tiene algo que te hace confiar en ellas para todo. También le lloré a mi madre, a mi novio, en fin, un mar de lágrimas por unas prácticas. Una vez que arreglé todo el tema de la burocracia con la universidad y firmé el contrato, me recorrió un escalofrío por mi cuerpo y pensé ¡LO LOGRÉ!

Empecé el día 5 de febrero. Me dieron un ordenador, con mi correo personal y a aprender. Cuando empezó M. a explicarme un poco por encima, sentía que ese sobresaliente en SEM no había servido para nada, que esto no tenía mucho que ver con lo que había estudiado, estaba totalmente desactualizada. La semana siguiente de entrar, tenía que lanzar mi primera campaña, recuerdo como sudaba de los nervios de no entender apenas nada y la frustración de pagar por un máster y que no te enseñe todo lo bien que debería. Aún así, aprendí, mucho. Y sigo aprendiendo claro. Aún recuerdo esa felicidad al ver un anuncio en Google que había hecho yo ¡MIRA MAMÁ, ESO LO HE HECHO YO! que sensación tan maravillosa y qué ridícula me siento ahora jaja.
No hay que olvidar que yo seguía trabajando por las tardes en el Stradi, aquello fue todo un reto, prácticas por la mañana, Stradi por la tarde y máster por la noche. Era un reto que no sabía si sería capaz de cumplir pero me tiré a la piscina con los ojos cerrados.

Llegó marzo, y yo en los pocos ratos que tuve libre, me iba sacando las certificaciones de Google, quería aprender, aunque cada vez más, el tiempo era más limitado. Durante este mes, rondaba en mi cabeza darle una sorpresa a Cristian con los ahorros que había guardado, quería regalarle un viaje sorpresa. Pero no sabía muy bien a donde. Salió el País Vasco en alguna que otra conversación y terminé comprando vuelos y Airbnb en Bilbao. Lo planeé todo, le pedí los días a mis dos trabajos, también hablé con la jefa de mi novio, estaba todo cuadrado y fue genial prepararlo todo. Avisé a Cristian un par de días antes para que tuviera tiempo de prepararse, aunque mi idea inicial era avisarle el día de antes. Bilbao en abril es precioso, fue un viaje bonito, tanto visual como gastronómicamente hablando. Nos lo pasamos como dos chiquillos, aquello era pequeño pero tenía mucho encanto. Y pudimos ver unos de los escenarios de GOT en San Juan de Gaztelugatxe. Qué caminata pero qué paisaje.

El mes de abril, no solo nos trajo un viaje maravilloso, no. Nos trajo el problemón del siglo en nuestra casa. La cosa es que teníamos una raja en el techo de la cocina que cada vez iba a más. Y tras meses de llamadas, logramos que vinieran a arreglarlo. Lo gracioso fue ver, que el techo se estaba rajando porque aguantaba kilos, y kilos y kilos de mierda de paloma. LITERAL. Yo estaba currando, pero recuerdo llegar a casa y que hubiera una capa de polvo marrón por todos los muebles. El olor era asqueroso, aquello era de película. La foto que adjunto, fue cuando ya quitaron todo y se "medio limpió" pero no comíamos directamente ya que caía mierda mojada, reciente vaya. No sé la de horas que estuvimos limpiando todo aquello, creo que ha sido una de las experiencias más guarras que he vivido. Encontramos hasta huevos de paloma! Era un puto palomar vaya. JODER.

En mayo tuve mi primera reunión con un cliente en la oficina, qué nervios y como sudaba por favor. Ya comenzaba a pesar trabajar en dos lugares diferentes, no comía bien ni descansaba pues si en la oficina terminaba a las 13:00 y empezaba en Stradi a las 15:30, pues ya sabéis, malabares con las horas y los descansos. El único día que realmente descansaba era el domingo, y tuve la puta suerte de que me tocó ser presidenta en una mesa de elecciones. Más de 12 horas allí sentada y luego teniendo que llevar los votos al tribunal o a donde fuera, pero menuda paliza. Los 65€ peor pagados de la historia, aunque he de decir como Socióloga, que fue muy interesante saber cómo funciona todo esto de las votaciones, toda una experiencia, la verdad.

Junio, JUNIO. Qué mes junio. Yo aún seguía perdiendo peso con mi estrés particular de no dormir y apenas comer. Cristian decidió animarme apuntando en un espejo una cuenta atrás de los meses de junio y julio, era una fecha clave, ya que terminaba las prácticas y no sabía si se quedarían conmigo. Pero fuera como fuese, acabaría de tener dos curros a la vez.
Había domingos que íbamos a la playa a desconectar y hubo uno diferente. Llegamos a casa y me había picado algún bicho en la playa, y dio la casualidad que en la sala de espera, estaba mirando Instagram y bueno, salió un gato siamés muy bonito en una protectora que yo ya conocía. Les mandé un mensaje de qué tiempo tenía, etc. Me respondieron que ese gato ya había sido adoptado, así que cerré el correo y no le di más vueltas. Al día siguiente tenía un mensaje de la protectora con fotos de gatos siameses que estaban esperando ser adoptados. Y apareció él. Era macho, de 4 meses, con una cara de mala leche que no podía con ella, y no sé por qué pero me enamoré. Se me chavó en el corazón y no me lo podía quitar de la mente. Fue entonces cuando decidí trasladar mis dudas a Cristian. Él no quería gato, por supuesto, aunque dijo una frase que me dejó las puertas abiertas "Yo no cuidaré del gato, si lo quieres, cógelo pero te tendrás que encargar tú de todo". Ahí fue cuando mi corazón se encogió y como persona adulta y madura que soy le dije "Cris, quieres que seamos papás de gato?" y aunque le costó darme el sí quiero, pero lo hizo. Ahí fue cuando yo ya bañé el dormitorio de lágrimas. Estaba muy nerviosa y con mil dudas, aún así, le dije a la protectora que me quedaba con él.
Recuerdo no dormir esa noche, no paraba de pensar si había hecho bien, realmente era una gran responsabilidad y no sabía si iba a estar a la altura, pero me pudieron las ganas de sacarlo de esa jaula. Y fue una buena amiga mía, R. la que me ayudó en todo, se encargó de las vacunas, de que ya estuviera esterilizado, de los papeles, de todo.
Finalmente, ella también fue la que me lo trajo en un largo viaje de 10 horas en tren. Cuando ya llegué a casa y abrimos la jaula pensé "Dios mío, ahora qué? Se hizo una bolita asustando, dándome la espalda y temblando. Recuerdo que estaba lleno de polvo, muy sucio aunque hubo un momento en el que me dejó acariciarlo y comenzó a ronronear, de nuevo, me puse a llorar. Hola Kobu, bienvenido a casa.

La primera noche se perdió en el salón. De hecho la mañana siguiente, no lo encontrábamos, tenía miedo que se hubiera tirado por la ventana que dejamos encajada o que le hubiera pasado algo.
Me fui al trabajo con el corazón en un puño, no había bebido agua, ni comido, nada y yo ya me sentía culpable por haberlo sacado de la compañía de sus hermanos y mamá. Horas después y tras desmontar medio salón, mi novio lo encontró dentro del sofá, sí dentro literal. Menudo alivio.
Tras eso, poco a poco salía, a veces corría de miedo... Pero no hacía ruido, no maullaba, era un gato que estaba como ronco, era algo muy raro. Un día cualquiera, recuerdo estar haciéndome el desayuno y verlo como salía de su escondite a investigar un poco la casa. Como siempre, me vigilaba y no me quitaba la vista, fue entonces cuando se me ocurrió maullar. Lo sorprendente fue que me respondió, fue la primera vez que lo escuché y comenzamos a tener una conversación a base de maullidos, mis vecinos deberían estar flipando.  Muchas veces me pregunto si realmente le enseñé a hacerlo o fue clave para que confiara en mi. Pero desde entonces, poco a poco aprendió a maullar como un gato normal.
Fue cuando comenzamos a crear una relación muy cercana. Le enseñé a amasar una manta, cosa que hacen todos los mininos y él no hacía, le enseñé a sentarse, a dar una vuelta, a hacerse el muerto, lo típico que no hace un gato vaya (ok, no). Me seguía a todos lados, me escuchaba me entendía, en muy poco tiempo nos convertimos en buenos amigos.

Llegó julio, y meses atrás, mi madre y yo le preparamos una sorpresa a mi hermana. Le comentó que le había regalado un viaje en un hotelazo, pero no le dijo el destino. Pobre de mi hermana que el destino era mi pequeña casa durmiendo con una humedad que mi madre, a cada rato, nos recordaba que existía.
La cosa es que vinieron a casar unos días, y fue un dilema. Mi piso es muy pequeño, y si metes a dos personas más y a un bebé gato travieso, pues no os cuento más. La verdad es que hicimos muchas cosas, entre ellas hacer un Scape Room de SAW, se lo quise regalar a mi hermana porque siempre hemos sido muy fans de esa saga, y fue un regalazo, nos lo pasamos genial y Cristian alucinaba de todo lo que sabíamos, gracias a la cantidad de veces que vimos las películas, por supuesto. Fue genial que estuvieran aquí, no dejo de echar de menos a mi familia, pero a mi hermana... la que más. Es mi otra mitad, no sería nada sin ella y estar tan lejos, me mata.

Julio acababa y mi contrato de prácticas también. Antes de eso, mi jefe solía hacer todos los veranos una especie de comida de empresa. Este año tocó ir al Tibidabo. Yo aluciné, nos lo pasamos genial. Me gustó mucho formar parte de aquella experiencia, mi familia alucinaba conmigo. Aquella noche, cenamos en un restaurante impresionante, hablamos muchísimo y bebimos más. Eso sí, me hicieron dar como una especie de discurso de bienvenida, cabrones.
Y llegó el momento de la verdad, tocaba la charla de se acaban las prácticas, qué va a ser de ti. Aunque las cosas no salieron como pensaba, me ofreció un contrato laboral. De camino a casa, y tras pensarlo mucho decidí tirarme a la piscina y cuando llegué a casa le dije a mi novio "Cristian, dejo el Stradivarius". Llevaba queriendo decir esa frase casi tres años, pero nunca había podido ser. Estar en esa empresa me ha permitido una oportunidad única de vivir en Barcelona, me dieron trabajo a las dos semanas de llegar, ha sido el trabajo que me ha permitido vivir aquí, me ha dado las mejores amigas que puedo tener, tanto de la Illa como de Pelai, y me ha hecho más madura y adulta en muchos aspectos. Pero era hora de colgar la clave de sol y empezar una nueva etapa profesional.
Fue duro decir adiós, aunque pasó sin pena ni gloria, supongo que me imaginaba algo más de lo que verdaderamente fue. Aún así, el recuerdo que guardo es y será siempre el mejor. Pelai me ayudó tanto, tanto a nivel económico como profesional, mis jefas siempre supieron entender mi situación y mis inquietudes. Siempre supieron amoldarse, es algo, de lo que siempre les estaré eternamente agradecida. GRACIAS.

En agosto decidimos irnos a Praga unos dias, fue el viaje de "comienza una nueva vida" la verdad es que pese a que no me disgustó, el viaje a Berlín que hicimos un año antes puso el listón muy alto. Mis amigas se quedaron con Kobu, que suerte tener amigas así... El viaje duró poco y al volver teníamos una visita programada con María! Fueron unos días muy bonitos, y mucho mejores que la primera vez que vino a vernos. Hablamos, nos sinceramos, recuerdo como ella me animaba a apuntarme a bailar y yo a ella a su pasión, que finalmente siguió. Nos entendimos mucho, es una niña a la que da igual el tiempo que pase, que seguirás teniendo como referente y confiando en ella. Ese ese tipo de personas que necesitas que estén a tu lado.

A finales de agosto, Cris y yo estuvimos en un camping con unos amigos y fue una experiencia totalmente innovadora y completa para mi. Fue un pequeño viaje que me enseño muchas lecciones y es algo que me muero por repetir este año de nuevo.

Llegó septiembre, como se notaba que tan sólo tenía un trabajo, que diferente era todo. Por las tardes solía descansar, supongo que el agotamiento físico y mental de 6 meses, habían acabado conmigo y necesitaba recuperarme tanto en energía como en peso. Estaba muy delgada, más de lo que ya suelo estar. Este mes fue otro en el que salgo de mi zona de confort, esta vez, haciendo caso a mis deseos y a los que me empujaron a ello. Me apunté para dar una clase gratuita de baile en Flamingo. El 17 de septiembre allí estaba yo, temblando como un flan, con una vergüenza que no podía ni moverme, hice dos amigas. Tras hacer los calentamientos previos y dar algún que otro paso de la canción de Happy, si no recuerdo mal, salí con una energía, una alegría y un nosé qué, qué se yo que pese a que mi sueldo no era alto, me apunté. Quería hacerlo, por qué no? llevaba años retrasando algo que había deseado durante muchos años, por qué no? Iba dos veces por semana, y aunque me daba corte mirarme al espejo, salía con una seguridad que no había experimentado antes. Otra buena decisión en 2019.

Octubre, el famoso octubre el mes negro y las manifestaciones. Este mes fue un caos, salió
la sentencia del Procès y hubieron manifestaciones durante toda una semana.
Creo que ha sido la semana más jodida desde que estoy en Cataluña. El viernes 18, mi chico y yo fuimos con unos amigos a la manifestación pacífica, no es todo mierda lo que muestra la televisión y quería verlo con mis propios ojos.

Durante toda esa semana, había recibido mucho odio por RRSS y quise demostrar que hay mundo más allá de las noticias de la televisión. Y no me equivoqué, la manifestación fue genial, aunque cuando comenzó a caer la noche, habían veinte subnormales con pasamontañas que se notaban que querían liarla. Eso es lo único que salía por la tele, el desastre de estos imbéciles y no el trabajo de centenares de personas, una pena.  Ese viernes hubo una violencia desmesurada, Cris y yo viéndolo desde la televisión (pues nos asustamos cuando empezamos a ver fuego y a la gente correr) no nos creiamos lo que estaba pasando, parecía una guerra. Poco después me llamó un amigo, había perdido toda comunicación con los trenes y no tenía donde quedarse a dormir, los tres nos quedamos media noche enganchados a la televisión viendo qué cojones pasaba con Barcelona y todo el tema del Procès. Menuda semana intensa.

Y aunque no quiero dar detalles, el lunes siguiente, fue unas de las peores situaciones en las que me he encontrado en mi vida. Solo quiero dejar retratado aquí aquello que vivimos en mi edificio y lo duro que fue, el miedo que pasé y la angustia que sigo teniendo a día de hoy.

Pero todo no iba a ser malo, vino un buen amigo nuestro a visitarnos unos días. Con él nos recorrimos media Barcelona, fue una visita muy bien aprovechada, pues conoció Barcelona en tan solo 4 días, él y nosotros también. Menuda paliza, pero oye, comimos genial, todo hay que decirlo. Una visita totalmente esperada y que se hizo de rogar durante casi tres años.

Y llegó diciembre, el mes de reflexión.  Pese a que tenía mis ahorros, necesitaba cobrar más, es entonces cuando comencé a buscar otro trabajo relacionado con el marketing que fuera a media jornada para seguir aprendiendo, pues estos meses aún seguía recuperándome del estrés anterior.
Pese a que me ofrecieron algo muy goloso de una empresa muy importante, algo me decía que tenía que seguir luchando donde estaba, ya que era lo que me había devuelto la ilusión y contra todo pronóstico lo dejé y a día de hoy, se que fue una buena decisión.


El mes de los reencuentros, vino mi amiga Dai de Granada y pasamos un par de días por Barcelona poniendonos al día. Y comenzaron las cenas de Navidad, la primera fue la del Stradi. Fue divertida aunque sentía que ya no pintaba nada allí, habían pasado tan solo tres meses, pero parecía toda una eternidad. Sin embargo, la cena de T. fue otra historia. Tengo un jefe que le pone mucho cariño a todo lo que hace y se nota, nos llevó a comer y él mismo hizo las cestas de navidad, algo que valoré mucho. También estuvimos echando una pequeña batalla con pistolas de láser, fue genial. La noche no acabo allí, seguimos comiendo y bebiendo, aunque yo, por desgracia, no podía quedarme mucho más, ya que al día siguiente me iba a Córdoba a pasar unos días con mi familia por Navidades. Pese a eso fue una noche maravillosa, como siempre. 

Los primeros días con mi hermana fueron claves, necesitábamos hacer el idiota solas, aunque la estancia en mi pueblo fue de lo más fructífera. Quedé con personas que hacia años que no veía, tuve conversaciones maravillosas y reencuentros en la Cuesta con un café de más de tres horas, que a día de hoy, sigo sintiéndome agradecida por estar rodeada de personas tan buenas. También tuve decepciones, obviamente, pero no dejan de ser lecciones de vida que te ayudan a seguir creciendo y a aprender a vivir sin rencor. Estuve también un día en Granada, cuanta falta me hacían sus calles y su té por favor.

El año acabó, y lo hice rodeada de los míos, y este año además, había un peludo que nos hacía compañía.
En fin, ha sido un año muy duro, acabé la terapia que me ayudó a superar mi depresión. Luché seis meses en dos trabajos a toda la potencia que pude, y logré encontrar mi lugar en el mundo. Conseguí encontrar qué era lo que me motivaba y logré conseguir un puesto de trabajo acorde. Seguí viajando, no tanto como me hubiera gustado, pero demasiado para el poco tiempo que tuve. Llegó Kobu, una de las mejores cosas de este año y por último, mi chico siguió estando a mi lado. Apoyándome cuando quería tirar la toalla, tachando los días en el calendario para que terminara todo, abrazándome cuando yo tan solo lloraba de cansancio. Ahora que ya somos tres, siento que estamos al completo, ahora tengo todo lo que quiero y solo me queda disfrutar y seguir creciendo como persona.

¡Ahora sí que sí, no sé que me deparará este 2020, pero odio los meses pares!